La Historia de Jonás

Actualizado el 13 septiembre, 2024 15:09:17

Jonás :1-2

Vino palabra de Jehová a Jonás hijo de Amitai, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.

Entre las ciudades del mundo antiguo, mientras Israel estaba dividido, una de las mayores era Nínive, capital del reino asirio.

Fundada en la orilla fértil del Tigris, poco después de la dispersión iniciada en la torre de Babel, había florecido a través de los siglos, hasta llegar a ser ciudad sobremanera grande, de tres días de camino. .

En el tiempo de su prosperidad temporal Nínive era un centro de crímenes e impiedad.

La inspiración la ha caracterizado como ciudad de sangres, … llena de mentira y de rapiña.”.

En lenguaje figurativo, el profeta Nahum comparó a los ninivitas con un león cruel y devorador, al que preguntó: ¿Sobre quién no pasó continuamente tu malicia?.

A pesar de lo impía que Nínive había llegado a ser, no estaba completamente entregada al mal.

El que vio a todos los hijos de los hombres y cuyos ojos vieron todo lo preciado percibió que en aquella ciudad muchos procuraban algo mejor y superior, y que si se les concedía oportunidad de conocer al Dios viviente, renunciarían a sus malas acciones y le adorarían.

De manera que en su sabiduría Dios se les reveló en forma inequívoca, para inducirlos, si era posible, a arrepentirse.

INDICE

Jonás, Instrumento escogido por Dios

jonás

El instrumento escogido para esta obra fue el profeta Jonás, hijo de Amitai.

El Señor le dijo: Levántate, y ve a Nínive, ciudad grande, y pregona contra ella; porque su maldad ha subido delante de mí.

Mientras el profeta pensaba en las dificultades e imposibilidades aparentes de lo que se le había encargado, se sintió tentado a poner en duda la prudencia del llamamiento.

Desde un punto de vista humano, parecía que nada pudiera ganarse proclamando un mensaje tal en aquella ciudad orgullosa.

Se olvidó por el momento de que el Dios a quien servía era omnisciente y omnipotente.

Mientras vacilaba y seguía dudando, Satanás le abrumó de desaliento.

Los temores de Jonás

El profeta fue dominado por un gran temor, y se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis.

Fue a Joppe, encontró allí un barco a punto de zarpar y pagando su pasaje entró en él, para irse con ellos..

El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada responsabilidad; pero el que le había ordenado que fuese podía sostener a su siervo y concederle éxito. 

Si el profeta hubiese obedecido sin vacilación, se habría ahorrado muchas experiencias amargas, y habría recibido abundantes bendiciones.

Sin embargo, el Señor no abandonó a Jonás en su hora de desesperación.

Mediante una serie de pruebas y providencias extrañas, debía revivir la confianza del profeta en Dios y en su poder infinito para salvar.

Si, cuando recibió el llamamiento, Jonás se hubiese detenido a considerarlo con calma, podría haber comprendido cuán insensato sería cualquier esfuerzo de su parte para escapar a la responsabilidad puesta sobre él.

Pero no se le dejó continuar mucho tiempo en su huida insensata.

Mientras los marineros solicitaban ayuda a sus dioses paganos, el patrón de la nave, angustiado sobre medida, buscó a Jonás y dijo:

En el vientre del gran Pez

Pero las oraciones del hombre que se había apartado de la senda del deber no trajeron auxilio.

Los marineros, inducidos a pensar que la extraña violencia de la tempestad era muestra de cuán airados estaban sus dioses, propusieron como último recurso que se echasen suertes para saber por quién nos ha venido este mal.

Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres? “Y él les respondió: Hebreo soy, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo la mar y la tierra.

Y aquellos hombres temieron sobremanera, y dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Porque ellos entendieron que huía de delante de Jehová, porque se lo había declarado. Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más.

El les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.

Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos.

Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido.

Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor.

Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos.

Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.

Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez,

y dijo:

Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;
Desde el seno del Seol clamé,
Y mi voz oíste.

Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,
Y me rodeó la corriente;
Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.

Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos;
Mas aún veré tu santo templo.

Las aguas me rodearon hasta el alma,
Rodeóme el abismo;
El alga se enredó a mi cabeza.

Descendí a los cimientos de los montes;
La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre;
Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.

Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,
Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.

Los que siguen vanidades ilusorias,
Su misericordia abandonan.

Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;
Pagaré lo que prometí.
La salvación es de Jehová. m

Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.

Jonás 1:7 – 2:10

Jonás cumple la misión

Por fin, Jonás había aprendido que de Jehová es la salud. (Salmos 3:8).

Al arrepentirse y al reconocer la gracia salvadora de Dios, obtuvo la liberación. Jonás fue librado de los peligros del hondo mar, y fue arrojado en tierra seca.

Una vez más se encargó al siervo de Dios que fuera a dar la advertencia a Nínive.

Y fue palabra de Jehová segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate, y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y publica en ella el pregón que yo te diré.

Esta vez no se detuvo a preguntar ni a dudar, sino que obedeció sin vacilar.

Levantóse Jonás, y fue a Nínive, conforme a la palabra de Jehová.

Jonás 3:1-3.

Al entrar Jonás en la ciudad, comenzó en seguida a pregonarle el mensaje:

De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.

Iba de una calle a la otra, dejando oír la nota de advertencia.

Nínive se arrepiente

Nínive perdonada

Mientras que el rey y los nobles, así como el común del pueblo, encumbrados y humildes, se arrepintieron a la predicación de Jonás (Mateo 12:41), y se unían para elevar su clamor al Dios del cielo, él les concedió su misericordia.

Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino: y arrepintióse del mal que había dicho les había de hacer, y no lo hizo.

Jonás 3:10

Su condenación fue evitada; el Dios de Israel fue exaltado y honrado en todo el mundo pagano, y su ley fue reverenciada.

Nínive no debía caer hasta muchos años más tarde, presa de las naciones circundantes, porque se olvidó de Dios y manifestó un orgullo jactancioso.

El profeta descontento

Cuando Jonás conoció el propósito que Dios tenía de perdonar a la ciudad, que, a pesar de su maldad había sido inducida a arrepentirse en saco y ceniza, debiera haber sido el primero en regocijarse por la asombrosa gracia de Dios; pero en vez de hacerlo permitió que su mente se espaciase en la posibilidad de que se le considerase falso profeta.

Celoso de su reputación, perdió de vista el valor infinitamente mayor de las almas de aquella miserable ciudad.

Pero al notar la compasión manifestada por Dios hacia los arrepentidos ninivitas Jonás se apesadumbró en extremo, y enojóse.” Preguntó al Señor:

¿No es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me precaví huyendo a Tarsis: porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo a enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.

Jonás 4:1, 2.

Misión cumplida Jonás!

Confundido, humillado e incapaz de comprender el propósito que tenía Dios al perdonar a Nínive, Jonás había cumplido sin embargo la comisión que se le diera de amonestar aquella gran ciudad; y aun cuando no se cumplió el acontecimiento predicho, el mensaje de advertencia no dejaba de haber procedido de Dios.

Cumplió el propósito que Dios tenía al mandarlo. La gloria de su gracia se reveló entre los paganos. Los que habían estado

“en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en aflicción y en hierros, … clamaron a Jehová en su angustia” y “librólos de sus aflicciones. Sacólos de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones… Envió su palabra, y curólos, y librólos de su ruina.”

Salmos 107:10, 13, 14, 20.

Durante su ministerio terrenal, Cristo se refirió al bien realizado por la predicación de Jonás en Nínive, y comparó a los habitantes de aquel centro pagano con el pueblo que profesaba pertenecer a Dios en su época. Declaró:

Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí más que Jonás en este lugar.

Mateo 12:40, 41.

En el mundo atareado, dominado por el bullicio y las altercaciones del comercio, donde los hombres procuraban obtener todo lo que podían para sí, había venido Cristo; y sobre la confusión, su voz, como trompeta de Dios, se oyó decir:

¿Qué aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma? o ¿Qué recompensa dará el hombre por su alma?

Marcos 8:36, 37.

Analogía en tiempos de Cristo

Como la predicación de Jonás fue una señal para los ninivitas, lo fue para su propia generación la predicación de Cristo.

Pero ¡qué contraste entre las dos maneras en que fue recibida la palabra!

Sin embargo, frente a la indiferencia y el escarnio, el Salvador siguió obrando, hasta que hubo cumplido su misión.

Esto constituye una lección para los mensajeros que Dios envía hoy, cuando las ciudades de las naciones necesitan tan ciertamente conocer los atributos y propósitos del verdadero Dios, como los ninivitas de antaño.

Los embajadores de Cristo han de señalar a los hombres el mundo más noble, que se ha perdido mayormente de vista.

Según la enseñanza de las Sagradas Escrituras, la única ciudad que subsistirá es aquella cuyo artífice y constructor es Dios.

Con el ojo de la fe, el hombre puede contemplar el umbral del cielo, inundado por la gloria del Dios viviente.

Mediante sus siervos el Señor Jesús invita a los hombres a luchar con ambición santificada para obtener la herencia inmortal.

Les insta a hacerse tesoros junto al trono de Dios.

Con rapidez y seguridad se está acumulando una culpabilidad casi universal sobre los habitantes de las ciudades, por causa del constante aumento de la resuelta impiedad.

La corrupción que prevalece supera la capacidad descriptiva de la pluma humana.

Cada día nos comunica nuevas revelaciones de las contiendas, los cohechos y los fraudes; cada día nos trae aflictivas noticias de violencias e iniquidades, de la indiferencia hacia el sufrimiento humano, de una destrucción de vidas realmente brutal e infernal.

Cada día atestigua el aumento de la locura, los homicidios y los suicidios.

De un siglo a otro, Satanás procuró mantener a los hombres en la ignorancia de los designios benéficos de Jehová.

Procuró impedir que viesen las cosas grandes de la ley de Dios: los principios de justicia, misericordia y amor que en ella se presentan.

Los hombres se jactan de su maravilloso progreso y de la iluminación que reina en nuestra época; pero Dios ve la tierra llena de iniquidad y violencia.

Los hombres declaran que la ley de Dios ha sido abrogada, que la Biblia no es auténtica; y como resultado arrasa al mundo una marea de maldad como nunca ha habido desde los días de Noé y del apóstata Israel.

La nobleza del alma, la amabilidad y la piedad se sacrifican para satisfacer las codicias de cosas prohibidas.

Los negros anales de los crímenes cometidos por amor a la ganancia bastan para helar la sangre y llenar el alma de horror.

Nuestro Dios es un Dios de misericordia. Trata a los transgresores de su ley con longanimidad y tierna compasión.

Sin embargo, en esta época nuestra, cuando hombres y mujeres tienen tanta oportunidad de familiarizarse con la ley divina según se revela en la Sagrada Escritura, el gran Príncipe del universo no puede contemplar con satisfacción las ciudades impías, donde reinan la violencia y el crimen.

Se está acercando rápidamente el momento en que acabará la tolerancia de Dios hacia aquellos que persisten en la desobediencia.

¿Debieran los hombres sorprenderse si se produce un cambio repentino inesperado en el trato del Gobernante supremo con los habitantes de un mundo caído?

¿Debieran sorprenderse cuando el castigo sigue a la transgresión y al aumento de los crímenes?

¿Debieran sorprenderse de que Dios imponga destrucción y muerte a aquellos cuyas ganancias ilícitas fueron obtenidas por el engaño y el fraude?

A pesar de que a medida que avanzaban les era posible saber más acerca de los requerimientos de Dios, muchos se han negado a reconocer el gobierno de Jehová, y han preferido permanecer bajo la negra bandera del iniciador de toda rebelión contra el gobierno del cielo.

La paciencia Divina

La tolerancia de Dios ha sido muy grande, tan grande que cuando consideramos el continuo desprecio manifestado hacia sus santos mandamientos, nos asombramos.

El Omnipotente ha ejercido un poder restrictivo sobre sus propios atributos.

Pero se levantará ciertamente para castigar a los impíos, que con tanta audacia desafían las justas exigencias del Decálogo.

Dios concede a los hombres un tiempo de gracia; pero existe un punto más allá del cual se agota la paciencia divina y se han de manifestar con seguridad los juicios de Dios.

El Señor soporta durante mucho tiempo a los hombres y las ciudades, enviando misericordiosamente amonestaciones para salvarlos de la ira divina; pero llegará el momento en que ya no se oirán las súplicas de misericordia, y el elemento rebelde que continúe rechazando la luz de la verdad quedará raído, por efecto de la misericordia hacia él mismo y hacia aquellos que podrían, si no fuese así, sentir la influencia de su ejemplo.

Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar. Se está retirando el Espíritu de Dios.

Se siguen unos a otros en rápida sucesión los desastres por mar y tierra. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas y propiedades!

El propósito de Dios hoy

Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios.

Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren.

Los mensajeros de Dios en las grandes ciudades no deben desalentarse por la impiedad, la injusticia y la depravación que son llamados a arrostrar mientras tratan de proclamar las gratas nuevas de salvación.

El Señor quisiera alentar a todos los que así trabajan con el mismo mensaje que dio al apóstol Pablo en la impía ciudad de Corinto:

No temas, sino habla, y no calles: porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.

Hechos 18:9, 10.

Recuerden los que están empeñados en el ministerio de salvar las almas que a pesar de que son muchos los que no quieren escuchar los consejos que Dios da en su palabra, no se apartará todo el mundo de la luz y la verdad ni de las invitaciones de un Salvador paciente y tolerante.

En toda ciudad, por muy llena que esté de violencia y de crímenes, hay muchos que con la debida enseñanza pueden aprender a seguir a Jesús.

A miles puede comunicarse así la verdad salvadora, e inducirlos a recibir a Cristo como su Salvador personal.

El mensaje de Dios para los habitantes de la tierra hoy es:

Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis.

Mateo 24:44.

Las condiciones que prevalecen en la sociedad, y especialmente en las grandes ciudades de las naciones, proclaman con voz de trueno que la hora del juicio de Dios ha llegado, y que se acerca el fin de todas las cosas terrenales.

Nos hallamos en el mismo umbral de la crisis de los siglos.

En rápida sucesión se seguirán unos a otros los castigos de Dios: incendios e inundaciones, terremotos, guerras y derramamiento de sangre.

No debemos quedar sorprendidos en este tiempo por acontecimientos grandes y decisivos; porque el ángel de la misericordia no puede permanecer mucho más tiempo para proteger a los impenitentes.

Porque he aquí que Jehová sale de su lugar, para visitar la maldad del morador de la tierra contra él; y la tierra descubrirá sus sangres, y no más encubrirá sus muertos.

Isaías 26:21.

Se está preparando la tempestad de la ira de Dios; y sólo subsistirán los que respondan a las invitaciones de la misericordia, como lo hicieron los habitantes de Nínive bajo la predicación de Jonás, y sean santificados por la obediencia a las leyes del Gobernante divino.

Sólo los justos serán escondidos con Cristo en Dios hasta que pase la desolación.

Sea éste el lenguaje del alma:

Ningún otro asilo hay,
Indefenso acudo a ti,
Mi necesidad me trae,
Porque mi peligro vi.

Solamente en ti, Señor,
Hallo paz, consuelo y luz,
Vengo lleno de temor
A los pies de mi Jesús.

Cristo, encuentro todo en ti,
Y no necesito más;
Caído, me pusiste en pie,
Débil, ánimo me das.

Al enfermo das salud,
Vista das al que no ve,
Con amor y gratitud
Tu bondad ensalzaré.

Sobre el mismo argumento...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más leídos (últimos 30 días)

Archivo

Argumentos