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¿Qué es el ISIS-K, la Pesadilla de los Talibanes que ha Atacado Kabul?

Actualizado el 27 agosto, 2021 16:08:22

El miedo estuvo en el aire durante días y en las últimas horas las hipótesis de un ataque inminente se venían anunciando en los medios de comunicación y en los informes de los agentes secretos.

Al tratar de comprender el alcance y la matriz de los ataques que han ensangrentado Kabul en las últimas horas, ISIS, el sospechoso número uno en las masacres, vuelve a ser la pesadilla no solo de Occidente sino también de los talibanes.

Y es precisamente esta formación la que corre el riesgo de convertir al país en una bomba de tiempo, mucho más que los talibanes, contribuyendo a desestabilizar toda la región.

Casi todos los vecinos de AfganistánChina, Pakistán, Irán – están preocupados.

Para estos países, los talibanes, con quienes ya tienen experiencia de cooperación, son preferibles.

¿Qué es el Isis-K?

En concreto, la célula terrorista más temida es la llamada Isis-K, una rama afgana del Estado Islámico, según la inteligencia estadounidense, sospechosa de haber estado preparando un ataque durante algún tiempo para golpear a la OTAN y a los afganos que huían.

El grupo ya se ha atribuido la responsabilidad del gesto: masacres presuntamente coordinadas por el actual líder Shahab al Mujair, un ex Qaedista designado para la cumbre en abril de 2020.

La variante afgana de ISIS tiene una génesis relativamente reciente y ha ido acumulando adeptos en los últimos cinco años, haciéndose responsable de los principales ataques a la capital, “compitiendo” con los talibanes por el récord de ataques a objetivos militares y civiles.

Esta división surge de las rivalidades internas del país, basadas en diferencias con los pastunes, culpables de negociar con la CIA y todo el mundo occidental.

El nacimiento del grupo se registrará en la provincia de Khorasan, en la frontera con Pakistán, donde numerosos comandantes difuntos de las fuerzas talibanes han decidido abrazar la bandera negra.

Sin embargo, el mismo grupo también vio a sus propios combatientes unirse a los talibanes afganos.

A diferencia de los talibanes, Isis-K había expresado claramente su intención de lanzar ataques contra las potencias occidentales y la ONU a pesar  de las retiradas militares.

Isis-K contaba con unos 800 combatientes en octubre de 2018 y habría alcanzado su pico de tamaño en 2016 con un máximo de 4.000 militantes, destinados, tal vez, a aumentar.

¿Qué hicieron en estos años?

En sus primeros años, el grupo se apoderó de algunos distritos del este de Afganistán y gradualmente expandió su presencia hacia el norte.

Sin embargo, pronto las fuerzas de seguridad afganas y los talibanes pusieron en jaque su avance.

Aunque se le impidió alcanzar cierta potencia de fuego, invadir ciudades y distritos, su capacidad para llevar a cabo operaciones de sabotaje y ataques complejos como atentados suicidas, grandes explosiones de bombas y asesinatos selectivos permaneció intacta.

En 2016, Isis-K llevó a cabo seis ataques en Kabul, aumentando a 18 en 2017 y llegando a 24 en 2018.

Más de mil civiles muertos en decenas de ataques, algunos de los cuales muy recientes y en modalidad de ejecuciones ejemplares.

Con 55 muertos en el ataque a una escuela de niñas en Kabul el 8 de mayo, 12 muertos en el ataque a una mezquita en Shakar Darah en la provincia de la capital el 16 de mayo, 20 muertos en la Universidad de Kabul en noviembre de 2020, 29 muertos en una redada contra una prisión en Jalalabad.

Mientras tanto, sus milicianos también se han dedicado a la propaganda, esperando nuevos ataques en Occidente con motivo de masacres como la de Orlando o episodios aislados de terrorismo islámico que han afectado a Europa.

Sus debilidades

Por el momento, las fuerzas disponibles para Isis-K son significativamente más bajas que las financieras, militares y políticas de los talibanes.

Por ejemplo, no tiene un santuario real: derrotados a toda prisa en la provincia de Helmand, los milicianos quedaron arraigados en la provincia de Nangarhar, que se extiende hacia una zona gris en donde domina el ISI, el servicio secreto del Pakistán.

El grupo también ha perdido a sus líderes uno tras otro en ataques con aviones no tripulados, bombardeos y operaciones terrestres.

Lo que hoy se teme, sin embargo, son dos posibles fenómenos concomitantes: el poder de fascinación del Estado Islámico sobre los jóvenes estudiantes islámicos y las posibles deserciones de los comandantes talibanes si esta célula creciera en exceso.

Esta  última hipótesis, sin embargo, parece la menos probable de las dos a la luz de la sólida imagen que la dirigencia talibán ha estado dando de sí misma en las últimas semanas.

Pensamiento islámico

La veta islamista de esta célula parece decididamente más radical de lo que sabemos del Estado Islámico y, al mismo tiempo, claramente más purista que los propios talibanes.

Los dos grupos se han enfrentado en muchos otros temas, incluido el narcotráfico, que se utiliza para financiar parcialmente la militancia.

Por ejemplo, Isis-K cree que el cultivo de adormidera no respeta la fe islámica, una actividad, sin embargo, respaldada por los talibanes.

La sociedad afgana pertenece principalmente a la escuela de pensamiento islámico Hanafi, compatible con el tipo de Islam talibán.

La rama K del Estado Islámico, por otro lado, sigue una rígida interpretación salafista del Islam.

Isis-K
En imágenes grabadas en secreto por la Unión de Mujeres Revolucionarias en Afganistán el 26 de agosto de 2001, una mujer está siendo castigada por la policía religiosa por mostrar su burka (rostro).

Muchos rituales islámicos, que casi han tomado la forma de costumbres y tradiciones pastún, permitidos entre los hanafies, son considerados no islámicos y heréticos por los salafis.

Por este motivo, para sus milicianos solo cuenta la guerra permanente y la sharia.

¿Que puede suceder?

Por el momento, las fuentes de inteligencia parecen indicar que las fuerzas de Isis-K se acercan a Kabul, lo que provoca el temor de nuevos ataques en las próximas horas.

En estas fases tan delicadas, esta amenaza corre el riesgo de echar más leña al fuego afgano, haciendo más compleja la salida de las fuerzas occidentales pero, al mismo tiempo, el asentamiento de los talibanes.

El riesgo es que el país se convierta en una batalla a muerte entre las dos diferentes formas de Islam con graves daños a la población civil.

Si estas fuerzas consiguieran más adeptos en sus filas y ganaran puestos de avanzada, su avance, paradójicamente, podría ser mucho más peligroso para Afganistán que la reconquista de los talibanes.

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