Cómo se reveló la verdadera causa de las úlceras estomacales

Actualizado el 21 octubre, 2024 11:10:03

Un estudio revolucionario publicado en 1984 transformó para siempre el tratamiento de la gastritis y las úlceras estomacales, todo gracias a la perseverancia de dos investigadores australianos, Barry Marshall y Robin Warren, y un sorprendente descuido durante un fin de semana de Pascua.

Durante ese feriado, las muestras bacterianas que investigaban se dejaron incubar más tiempo del previsto, lo que permitió el crecimiento inesperado de la bacteria Helicobacter pylori, demostrando que esta, y no el estrés o la dieta, era la verdadera causante de muchas gastritis y úlceras.

Este hallazgo no solo desafió décadas de conocimiento médico, sino que abrió el camino a tratamientos más efectivos, como el uso de antibióticos, revolucionando la gastroenterología moderna.

INDICE

La Revolución de Marshall y Warren

Uno de los descubrimientos más trascendentales para la salud en el siglo XX se logró gracias a la perseverancia de dos investigadores, un descuido accidental y un fin de semana de Pascua, hace unos cuarenta años.

Los australianos John Robin Warren y Barry Marshall identificaron la verdadera causa de la mayoría de las úlceras gástricas y gastritis, desafiando siglos de teorías médicas y tratamientos que ofrecían resultados poco satisfactorios.

Contrario a la creencia popular, estas dolencias no eran producto del estrés o una mala alimentación, sino de una bacteria, Helicobacter pylori, que podía erradicarse con un tratamiento antibiótico sencillo.

Aunque al principio enfrentaron gran escepticismo por parte de la comunidad médica, la determinación de Marshall y Warrenquien falleció el pasado julio a los 87 años – impulsó una revolución en el tratamiento de las úlceras estomacales, beneficiando a millones de personas en todo el mundo, y les valió el Premio Nobel de Medicina.

Después de graduarse en medicina en 1961, Warren inicialmente quiso especializarse en psiquiatría, pero terminó eligiendo la patología clínica, el estudio de enfermedades a través de análisis de laboratorio. Durante las siguientes décadas, trabajó con diversas muestras, desde médula ósea hasta sangre, heces y orina.

En 1968, consiguió un puesto en el Royal Perth Hospital, afiliado a la Universidad de Australia Occidental, donde pasaba la mayor parte del tiempo en el sótano del hospital, realizando autopsias y examinando cadáveres, con poco contacto con el resto del personal.

A principios de los años 1980, Barry Marshall comenzó a trabajar en el mismo hospital, en el departamento de gastroenterología.

Como parte de su formación avanzada, se le incentivó a llevar a cabo investigaciones, y fue dirigido a consultar a Warren, quien previamente había encontrado, para su sorpresa, una bacteria en las biopsias de algunas mucosas estomacales.

Hasta entonces, se pensaba que era imposible que una bacteria pudiera sobrevivir en el ambiente ácido del estómago, dominado por el ácido clorhídrico, lo que había limitado el interés en este tipo de investigaciones.

El ácido clorhídrico es esencial para descomponer los alimentos y permitir la absorción de nutrientes en el intestino. Para protegerse, el estómago produce una capa de moco y bicarbonato que neutraliza el ácido en sus paredes.

Sin embargo, si aumenta la cantidad de ácido o se inflaman los tejidos estomacales, esta barrera protectora se debilita, lo que puede causar úlceras, heridas que generan una sensación de ardor intenso en diferentes momentos del día, dependiendo de si el estómago está vacío o lleno.

Este mecanismo natural, malinterpretado durante siglos, fue finalmente esclarecido por Warren y Marshall, quienes demostraron el papel crucial de la Helicobacter pylori en el desarrollo de estas lesiones.

De Causas Desconocidas a la Búsqueda de una Solución Bacteriana

Dependiendo del caso, una úlcera puede provocar síntomas leves e intermitentes que pueden durar días o semanas, o manifestar complicaciones más graves que requieren intervención médica urgente, como la perforación del estómago.

En esta última situación, el contenido estomacal se derrama en la cavidad abdominal, lo que puede desencadenar una inflamación severa del peritoneo, el revestimiento interno del abdomen. Si no se trata rápidamente y de manera adecuada, esta infección puede extenderse y llegar a ser fatal.

Durante décadas, las causas de la gastritis y las úlceras fueron un enigma. Se atribuían a factores como el consumo de alcohol, el tabaquismo, el estrés, la ingesta de alimentos picantes y otros hábitos alimenticios, además de cierta predisposición genética en algunas personas.

En la época en que John Warren y Barry Marshall comenzaron a trabajar juntos, los tratamientos se enfocaban únicamente en aliviar los síntomas. Se prescribían fármacos para reducir la producción de ácido gástrico, pero los resultados no siempre eran efectivos.

En muchos casos, cuando parecía que el problema estaba resuelto, las úlceras reaparecían, y en las situaciones más graves era necesaria una intervención quirúrgica, que conllevaba riesgos significativos.

Warren había analizado biopsias de pacientes con dolor estomacal y compartió sus hallazgos con Marshall, señalando que en más de veinte casos había encontrado signos de infección bacteriana. Marshall decidió investigar más a fondo, revisando los historiales médicos de esos pacientes y descubriendo que varios de ellos habían sido diagnosticados con úlceras gástricas, duodenales o gastritis.

Esta correlación entre la bacteria y las enfermedades estomacales sugería una posible relación, aunque chocaba con la creencia predominante de que el ambiente ácido del estómago hacía imposible la supervivencia de cualquier bacteria.

Con el apoyo de médicos de los departamentos de gastroenterología y microbiología del hospital, Warren y Marshall realizaron más biopsias, confirmando la presencia de la bacteria en la mayoría de los casos. Sin embargo, enfrentaban dificultades para aislarla y cultivarla en el laboratorio, lo que era esencial para analizarla en profundidad y comprender su papel en la formación de úlceras.

A finales de 1981, varios colegas les sugirieron adoptar un enfoque más sistemático y organizar un estudio clínico riguroso que cumpliera con los criterios necesarios para evaluar adecuadamente las variables y tendencias de la enfermedad.

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Fotografía de Warren y Marshall realizada en julio de 1984 (tomada de referencia, con permiso de los autores)

La Prueba Decisiva de la Relación entre Bacteria y Úlceras

A los pocos meses, Warren y Marshall iniciaron un estudio con la participación de cien personas. Su objetivo era determinar si la bacteria estaba habitualmente presente en el estómago, si podía cultivarse en el laboratorio y si existía una relación clara entre su presencia y la aparición de gastritis y úlceras.

Al mismo tiempo, continuaron los esfuerzos por aislar y cultivar la bacteria, el desafío más grande de toda la investigación.

Dado que la bacteria se encontraba en el sistema digestivo, el equipo de investigación decidió tratarla como lo harían con muestras de heces o de hisopos orales. Para ello, colocaban las muestras en placas de Petri, los clásicos recipientes de vidrio en forma de platillo utilizados en laboratorios.

Si después de 48 horas no se observaba la formación de colonias de microorganismos, la prueba se consideraba negativa y se desechaba la muestra. Siguiendo este protocolo, nunca habían logrado obtener una colonia a partir de las biopsias estomacales.

Al menos, no hasta la Semana Santa de 1982.

En los días previos al fin de semana de Pascua, el equipo del laboratorio del Royal Perth Hospital tuvo que concentrarse en un brote de infecciones por estafilococos, lo que les obligó a descuidar otras tareas. Una placa de Petri destinada a un nuevo intento de cultivo bacteriano a partir de una biopsia estomacal quedó olvidada durante los días del largo fin de semana de Pascua.

Cuando los técnicos regresaron, notaron algo inesperado. Una fina capa transparente había aparecido en la placa desatendida.

Era la colonia de bacterias que hasta entonces no habían logrado obtener, lo que proporcionó a Marshall y Warren un avance crucial en su investigación.

Poco después, se completó el estudio y los resultados fueron impresionantes. De los cien voluntarios sometidos a endoscopia —un procedimiento que utiliza un tubo para explorar el estómago y tomar muestras para análisis—, 65 fueron diagnosticados con gastritis.

Los datos mostraron una fuerte correlación entre esta condición y la presencia de la bacteria. Esta se detectó en todos los pacientes con úlcera duodenal y en el 80 % de los que tenían úlceras gástricas. Sin embargo, casi no se encontró en aquellos que sufrían úlceras provocadas por antiinflamatorios no esteroideos (AINE), conocidos por dañar la mucosa gástrica.

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Micrografía electrónica de Helicobacter pylori mostrando múltiples flagelos (tinción negativa).

El Camino Hacia la Cura de las Úlceras con Antibióticos

El cultivo de la bacteria permitió finalmente identificar sus características y clasificarla como Helicobacter pylori. Este descubrimiento tenía el potencial de revolucionar el tratamiento de las úlceras, pero pasarían casi dos años antes de que el estudio de Warren y Marshall fuera publicado, en 1984, en The Lancet, una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo.

La recepción del estudio fue cautelosa, con escepticismo en la comunidad médica, ya que cuestionaba las prácticas establecidas hasta ese momento.

Un comentario editorial que acompañaba el artículo reflejaba esta prudencia: «Si las hipótesis de los autores sobre causas y efectos son correctas, este trabajo será sin duda importante».

Paralelamente, Marshall continuó con sus investigaciones y descubrió que las sales de bismuto, uno de los componentes de los medicamentos utilizados hasta entonces para tratar úlceras y gastritis, podían eliminar al Helicobacter pylori en condiciones de laboratorio (in vitro).

Esto explicaba por qué los pacientes mejoraban temporalmente al tomar esos fármacos, aunque no lograban erradicar todas las colonias bacterianas, lo que hacía que la inflamación del estómago reapareciera con el tiempo. Al añadir metronidazol, un antibiótico, al tratamiento, se eliminaba la bacteria por completo, confirmando su papel central en la aparición de gastritis y úlceras.

Los resultados de estas pruebas surgieron mientras Warren y Marshall seguían esperando la publicación de su estudio. Convencido de que una demostración más contundente podría disipar el escepticismo, Marshall decidió llevar su investigación a un nivel personal.

Incapaz de reproducir el proceso en un modelo animal, propuso a Warren un experimento audaz: beber una solución que contuviera helicobacter pylori para observar sus efectos directos en el estómago. Warren rechazó rotundamente la idea, recordando más tarde: “No me gustó nada. Simplemente le dije ‘no’”.

Sin embargo, Marshall decidió seguir adelante por su cuenta. Tras asegurarse de que no estaba infectado previamente, bebió la solución. Durante los primeros cinco días no presentó síntomas, pero pronto comenzó a desarrollar gastritis, con náuseas, mal aliento persistente y regurgitación de jugos gástricos.

Diez días después, una nueva biopsia confirmó gastritis aguda y una infección bacteriana significativa. Aunque los síntomas disminuyeron gradualmente, su esposa Adrienne, harta del mal aliento, lo presionó para que tomara antibióticos de inmediato, amenazando con “echarlo de casa y hacerlo dormir bajo un puente”.

El experimento proporcionó pruebas adicionales del papel de helicobacter pylori en la gastritis y las úlceras, pero no impulsó de inmediato un cambio en los tratamientos médicos. A pesar de la publicación del estudio en The Lancet en 1984, fue necesario casi una década para que las terapias comenzaran a adaptarse, incorporando antibióticos para tratar estas afecciones como cualquier otra infección bacteriana.

En 1994, un representante de los reguladores de salud de Estados Unidos expresó: «Ahora podemos curar esta condición, algo impensable hasta hace poco. Llevamos tanto tiempo tratando las úlceras con medicamentos para reducir los jugos gástricos que es difícil aceptar que una bacteria pueda ser la causa».

A partir de entonces, el tratamiento con antibióticos se combinó con medicamentos que reducían temporalmente la producción de jugos gástricos, permitiendo la recuperación de las mucosas del estómago. Para diagnosticar la infección por helicobacter pylori se desarrolló la “prueba de aliento”, un sencillo procedimiento que consiste en soplar en un tubo para detectar la presencia de la bacteria.

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Barry Marshall y John Robin Warren durante la ceremonia del Premio Nobel en Estocolmo, Suecia, en 2005 (REUTERS/Pawel Kopczynski)

El Impacto del Descubrimiento de Warren y Marshall

Warren y Marshall lograron uno de los mayores avances en la ciencia médica del siglo XX, siempre manteniéndose fieles al rigor del método científico y compartiendo sus hallazgos con la comunidad científica. A partir de datos y pruebas obtenidos mediante investigaciones rigurosas, confirmaron sus hipótesis en lugar de imponerlas, como ocurre con quienes proclaman haber descubierto curas milagrosas que no son reconocidas por el «sistema» o los «poderes fuertes«.

Sus estudios sentaron las bases para numerosas investigaciones posteriores, que siguen vigentes hoy en día, especialmente en el análisis del papel que desempeñan ciertas inflamaciones crónicas del sistema digestivo en el desarrollo de algunos tipos de cáncer.

Robin Warren falleció el 23 de julio de 2024 en Perth, Australia, a los 87 años.

Diecinueve años antes, una mañana otoñal, había recibido una llamada desde Estocolmo notificándole que él y Marshall habían sido galardonados con el Premio Nobel de Medicina: «Por el descubrimiento de la bacteria Helicobacter pylori y su papel en la gastritis y las úlceras gástricas«.

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