La historia a menudo se despliega en ciclos, manifestándose primero como déjà vu y luego como lo inesperado.
El eterno retorno de lo imprevisto es una de las recurrencias históricas que, a lo largo del tiempo, desafían y remodelan el sistema internacional.
A pesar de los meticulosos planes trazados por estadistas y estrategas para controlar los eventos y sus consecuencias, lo inesperado ocurre con tal frecuencia que cada escenario debe contemplar la variable de lo imprevisto.
Este elemento entra al juego de manera repentina, cuando el partido ya está en marcha, capaz de cambiar las cartas sobre la mesa y cuestionar un resultado previamente considerado seguro.
Fidel Castro y Ernesto Guevara fueron dos imprevistos que dejaron una marca indeleble en la historia del siglo XX, llevando la amenaza del comunismo a una distancia cercana a los Estados Unidos.
Su revolución abrió una brecha en América Latina por la cual ingresó Moscú, obligando a Washington a mantener un equilibrio entre Euráfrica y su territorio.
La decisión soviética de responder a la llamada de Cuba, aunque inicialmente incierta y precedida de dudas, fue ampliamente recompensada en los años y décadas posteriores.
El ingenio azucarero de las Américas se convirtió en el principal exportador de inestabilidad en el resto del subcontinente, ya sea subvencionando o simplemente inspirando insurrecciones antiestadounidenses y socialismos democráticos.
Además, se convirtió en un valioso aliado en otras regiones, como el convulso Medio Oriente durante las guerras árabe-israelíes.
INDICE
De ingenio azucarero a productores de guerrillas
En la década de 1970, respaldada por el amplio apoyo del Segundo Mundo, lo que le permitía eludir las restricciones del Bloqueo y resistir las operaciones encubiertas de Estados Unidos, Cuba inició un respaldo decidido a causas comunistas y, en general, antioccidentales, incluso más allá de las Américas.
Durante los años setenta, Cuba abandonó sus exportaciones tradicionales de cigarros y azúcar para dedicarse a la exportación de armas, combatientes voluntarios, expertos en guerra irregular y mercenarios en cantidades significativas.
Estos individuos eran altamente capacitados, con una amplia experiencia en el terreno, adquirida en diferentes escenarios como Argelia, Palestina, Panamá, República Dominicana y Venezuela.
Su reputación de audacia se forjó desde la victoria contra las fuerzas armadas estadounidenses en 1961 durante la invasión de Bahía de Cochinos.
En la década de 1970, los cubanos se encontraban en todos los lugares donde los pueblos luchaban por liberarse del colonialismo, ya fuera formal o informal: Angola, Guinea-Bissau, Congo belga, Nicaragua.
También estuvieron presentes en Chile, donde buscaban evitar el derrocamiento de Salvador Allende, y se dispersaron por la esfera árabe, desde Argelia hasta las Tierras Palestinas, preparados para enfrentarse a Estados Unidos y su principal aliado en la región: Israel.
Cuba en la guerra de Yom Kippur
En 1973, en los albores de la Guerra del Yom Kippur, Israel distaba mucho de ser la potencia económica y militar que es en la actualidad.
Era un país totalmente dependiente de los Estados Unidos, tanto en seguridad como en desarrollo, transformado en un estado de cuartel debido a las tres guerras contra las principales potencias en la esfera árabe y el terrorismo palestino.
El Medio Oriente de 1973 era un campo minado para Estados Unidos, que en la región contaba con más rivales que aliados.
La influencia política y cultural de la Unión Soviética era significativa, respaldando la causa palestina y patrocinando nacionalismos árabes socialistas como el nasserismo y el baazismo.
Con el estallido de la Guerra del Yom Kippur, diseñada por un Egipto en busca de venganza por la humillante derrota de 1967, elocuentemente conmemorada en el mundo árabe como al-Naksa, es decir, «la derrota«, Cuba se involucraría en la cuestión del Medio Oriente por motivos idealistas, tercermundistas y por pragmatismo, buscando consolidar las relaciones con la Unión Soviética y expandir su red de alianzas.
Los cubanos en Tierra Santa
La cuarta guerra árabe-israelí marcó también, en términos numéricos, la primera participación cubana en conflictos con Israel.
Aproximadamente cuatro mil combatientes provenientes de La Habana habrían operado junto a las tropas sirio-egipcias en la península del Sinaí y las alturas del Golán en octubre de 1973.
Este despliegue masivo de hombres y armamentos, destacable tanto en dimensiones demográficas como en el aparato militar de Cuba, tenía como objetivo fortalecer la imagen internacional de Fidel Castro como defensor de los pueblos oprimidos, especialmente en el rico Medio Oriente, conocido por sus vastas reservas de petróleo.
Los cuatro mil combatientes participaron activamente junto a las fuerzas regulares sirias en el teatro de operaciones del Golán, involucrándose tanto en los enfrentamientos terrestres como en las batallas aéreas gracias a la posesión de equipos militares cubanos y soviéticos, que iban desde tanques hasta helicópteros.
A pesar de la considerable intervención de Cuba en la guerra de Yom Kippur, no logró evitar que la contraofensiva israelí repeliera a los agresores, cerrando las hostilidades con un final espectacular y se diera el retorno al statu quo ante bellum.
Los cubanos sufrieron grandes pérdidas, evidencia de su participación activa en los combates, con alrededor de ciento ochenta muertos y doscientos cincuenta heridos.
La cubanización del Medio Oriente
La guerra del Yom Kippur fue celebrada como una especie de victoria en el ámbito árabe.
A pesar de que la coalición sirio-egipcia no alcanzó el objetivo de recuperar las tierras perdidas en 1967, el efecto sorpresa fue exitoso, y la intervención diplomática de Estados Unidos y la Unión Soviética fue interpretada como una señal de debilidad por parte de Israel.
En este último, la guerra llevó a la caída de las tres figuras más poderosas del país: la primera ministra Golda Meir, el ministro de Defensa Moshe Dayan y el jefe de estado mayor David Elazar.
La intervención de Cuba junto a las fuerzas sirio-egipcias le permitió consolidarse ante la opinión pública árabe, marcada por un despertar identitario.
Posteriormente, Fidel Castro enviaría asesores y combatientes a otros teatros islámicos en medio de guerras, como Somalia y Yemen, forjando una peculiar alianza con Argelia y Libia en apoyo de la independencia del Sáhara Occidental.
Fidel Castro había actuado con visión de futuro al involucrar a Cuba en las guerras árabe-israelíes, obteniendo un retorno económico significativo.
Argelia, Egipto y Libia comenzaron a abastecer a la isla con combustible, productos agrícolas y cargamentos humanitarios, respaldándola diplomáticamente a nivel internacional.
La cooperación árabo-cubana, tras la salida de algunos líderes de la coalición antiestadounidense como Gamal Nasser y el rey Faisal, evolucionó hacia una asociación libio-cubana basada en el trueque de petróleo por inteligencia y ayuda al desarrollo por apoyo logístico.
Muammar Gaddafi buscaba establecer un puesto avanzado en las Américas, y Fidel Castro le ayudó a difundir el islam político en el Caribe.
En 1990, juntos intentaron de manera espectacular el primer golpe islamista en la historia del hemisferio occidental, en Trinidad y Tobago.