domingo 28 mayo, 2023

Fábulas de Esopo – 3

fabulas
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El Ruiseñor y el Gavilán

Cierto Ruiseñor que cantaba en el ramaje de un árbol, fue sorprendido por un Gavilán hambriento, que con la mayor presteza le echó sus garras.

El pajarillo, valiéndose de la astucia, a falta de otros medios, le dijo:

— «¿Qué provecho vas a sacar de mi pobre carne? Si tu hambre es mucha, emplea tus bríos en presas de mayor tamaño.»

A lo que el Gavilán, sonriéndose, repuso:

fábulas de esopo 3

— «¡Buen tonto seria yo si abandonando la presa que tengo ahora entre mis uñas, persiguiera la que no sé si ha de presentarse!»

El Vientre y los Miembros

Envidiosos los Miembros del cuerpo de que, mientras ellos trabajaban y servían a su dueño, el Vientre era el único que se refocilaba con los manjares y las bebidas, tramaron conjuración para declararse en huelga, y castigar así los privilegios de la poderosa entraña.

Un día, de improviso, pararon todos a las vez; y el Vientre, en efecto, se perturbó hasta el punto de infundir serios temores.

El dueño enflaquecía, se debilitaba y se sentía morir.

A poco, murió, y con él murió el Vientre; pero al morir el Vientre, se murieron a la vez de hambre todos los conjurados.

El Moro y sus Mujeres

Un Moro, de edad madura y cabellos canosos, se vanagloriaba de estar casado con dos Mujeres, mas vieja que él la una, y mas joven la otra, para vivir dichoso entre la experiencia y la hermosura.

Pero la mayor, que no quería parecer mas vieja que su marido, cuidaba al peinarlo de arrancarle sus cabellos negros; mientras que la menor, temerosa de ser la burla de sus amigas por haberse casado con un hombre de mas edad, ponía todo su empeño en quitarle las canas.

De esta lucha entre la juventud y la vejez, lo que sacó el pobre Moro fue la cabeza como un melón.

Los Toros y las Ranas

Cierta Rana que desde su laguna veía con espanto la pelea de unos Toros, se volvió a sus amigas y les dijo:

— «El cielo nos ampare, hermanas, que, si no me equivoco,  vamos a perecer en esa refriega.»

— «Tonta que eres! (replicó una): los Toros no hacen caso de nosotras: ellos se pelean entre si por ocupar el primer puesto en la vacada. Nosotras vivimos lejos, y además nos defienden nuestros pantanos y nuestros juncos.»

La primera repuso con gran cordura:

— «¿Lo crees así? Pues aguarda que termine la lucha, y sentirás los varetazos del que salga vencido.»

En efecto: el Toro que perdió la batalla, se hizo furioso hacia atrás, y en el desconcierto de la huida, tronchó los juncos, invadió las lagunas y aplastó las Ranas.

Siempre que se pelean los poderosos, les sucede lo mismo a los débiles.

El Gato y los Ratones

Conociendo un Gato de que en cierta casa vecina abundaban los Ratones, se encaminó a ella y en varias visitas se engulló cuantos quiso.

Los cuitados, al ver que cada día faltaban algunos amigos, se dijeron en ratonil confianza:

—«Puesto que todos vamos a perecer, según vamos notando, lo mejor será quedarse cada uno en su escondrijo, que el Gato, por ágil que sea, no puede llegar hasta nosotros.»

Hicieron así; pero el hambre, que es fecunda en recursos, sugirió al Gato la idea de atraérselos nuevamente, para lo cual, colgándose de un palo, se fingió muerto.

Los ratoncillos más jóvenes, gozosos de su triunfo, comenzaron a sacar las cabezas, y aun a exponerse a salir; hasta que un Ratón viejo, de barba cana, que con astucia miraba al Gato, exclamó:

— «Muerto está, compañeros; pero por lo mismo que está muerto, quedémonos todavía aquí para no turbar el reposo de los difuntos.»

Hay quien cuenta que al Gato se le bajó la sangre a la cabeza, y se murió de veras.

fábulas de esopo 3 el gato y los ratones

El Labrador y la Culebra

Fabulas de esopo 3

Casi muerta de frío encontró un Labrador a una Culebra bajo los matorrales de un vallado.

La abrigó en su seno, la  llevó a su casa y la puso junto al hogar.

La templanza y los cuidados volvieron la vida al reptil; pero apenas se vio con fuerzas, acometió, silbando horriblemente, a la esposa y a los hijos de su bienhechor.

— «¡Miserable! (gritó éste acudiendo a las voces): ¿es ese el pago que das al que te salvó la vida?»

Y partiéndola en mil pedazos con una estaca, añadió:

— «Siento que no mueras mas que una vez; porque una muerte es poco castigo para el ingrato.

El León y el Ratón

Cierto León, harto de carne, yacía durmiendo bajo un árbol frondoso.

Algunos ratones, que treparon casualmente por su cuerpo, lo despertaron; y el animal, echando la garra, atrapó a uno de los mas atrevidos.

Al verse el ratonzuelo en poder del rey de la selva, pidió perdón por su vida y le ofreció tantas cosas, que el León, sonriendo le perdono la vida.

Algún tiempo después, cayó el León en las redes de unos cazadores; y como no podía liberarse, a pesar de su inmensa fuerza y poder atronaba la selva con sus rugidos.

El Ratón perdonado, que vagaba por las cercanías, acudió al punto; royó con sus agudos dientes las mallas de la red y salvó de una muerte segura al monarca.

Esta vez, se dice, el León no se sonrió.

fábulas de esopo 4 - el ratón presumido

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