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Fábulas de Esopo – 2

fabulas
Actualizado el 29 junio, 2023 14:06:51

Continuando el ciclo que abrimos con las Fábulas de Esopo, presentamos Fábulas de Esopo 2.

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INDICE

El Perro y la Carne

fábulas de esopo 2

Por un rió de manso curso y cristalinas ondas, atravesaba andando cierto Perro ladrón con un hermoso pedazo de carne entre los dientes.

De pronto se miró retratado en el agua; y como viera que otro compañero suyo llevaba también en la boca un buen trozo de carne, concibió la perrada de apoderarse de él, y … ¡zas! soltando su carne, contempló con espanto, que el rió se llevaba la del compañero.

El Lobo y el Cordero

Sedientos llegaron a cierto arroyo un Lobo y un Cordero.

Este pobre bebía en lo mas bajo de la corriente, mientras que el Lobo se encaramó en lo mas alto.

— «¿Por qué enturbias el agua que bebo?» (dijo la fiera a su codiciada víctima, deseando hallar un pretexto para devorarla).

— «¿Estás loco? (replicó el Cordero inocente): el agua corre hacia mí desde donde tú te hallas; ¿cómo, pues, he de enturbiarla yo?»

La fuerza de la verdad obligó al Lobo a callar y morderse los labios.

Pero un momento después añadió con rabia:

— «¡Seis meses hace que me llenaste de injurias, pícaro Cordero!»
— «¡Seis meses! … (repuso el infeliz); ¡pues si no tengo mas que cinco!»

— «Bien, entonces seria tu padre»… y se tiró sobre él y se lo comió.

Cuando un lobo se empeña en tener razón, ¡pobres corderos!

fábulas de esopo 2

La Rana y el Buey

Fábulas de Esopo 9

Miraba una Rana a un Buey que pacía en el verde prado, y le acometió la insensata soberbia de ser tan grande como él.

— «Inflándome (decía) llegaré a su tamaño y quizás más: ¿qué privilegio tiene ese animalucho que yo no merezca?»

Se infló, en efecto, y llamando a sus hijos, les preguntó si les parecía mayor que el Buey.

Los hijos con humildad  contestaron negativamente.

Por segunda vez, y empleando mas fuerza, estiró su piel la Rana cuanto más pudo, y volviendo a preguntar a los ranillos, obtuvo la misma respuesta.

El Buey era mas grande todavía.

Furiosa entonces la Rana, hizo un supremo esfuerzo, y con tal ímpetu de vanidad, que reventó en mil pedazos.

Ni aun así fue nunca tan grande como el Buey .

EL Milano y las Palomas

Un Milano astuto, cuyas garras evitaban las Palomas huyendo a todo vuelo, discurrió cierta estratagema, inducido por el hambre, para engullirse con comodidad las presas que se le escapaban.

Les envió, al efecto, una proclama llena de palabras retumbantes, ofreciéndoles ser su rey, y asegurarles con su fuerza y prestigio una vida tranquila.

Las cuitadas le creyeron, votando por aclamación, y le dieron el trono.

El Milano, entonces, afectando modestia, dudó en si debía aceptar tan espinoso cargo; distribuyó entre sus amigos empleos y dignidades, se congració el ejército, y, cuando hubo hecho esto, empleó su reinado en comerse una a una todas sus súbditas .

El Ciervo y los Bueyes

fábulas de esopo 2 el ciervo y el buey

Lanzado un Ciervo en medio de las espesuras del monte por el incesante jalear de cazadores y perros, buscó refugio en una granja vecina, y, una vez dentro de ella, en el establo de unos Bueyes.

«¡Infeliz! (le dijo un Buey que rumiaba gravemente). Por lo pronto no estás mal entre animales; ¡pero si te pilla el hombre, estás perdido!»

— «Perdonad mi atrevimiento (exclamó el Ciervo, pálido de terror y elevando una pata a las nubes): mi entrada aquí es provisional; yo aprovecharé la primera ocasión que se me presente para dejaros tranquilos.»

Llegó la noche y vino el boyero con forraje; nada vio: nada vieron tampoco los jornaleros que entraban y salían : nada vio el mayoral: ninguno de aquellos funcionarios retribuidos vio nada.

— «Tiembla (repuso el Buey) de la venida de Cien-ojos.»

Efectivamente: acabada la cena, asomó por el establo el dueño de la granja.

— «Este forraje es poco y malo (decía): ¿por qué no se han hecho las camas? ¿Tanto cuesta limpiar estas basuras? ¿Qué criados son estos?»

Escudriñándolo y revisándolo todo, dio con el Ciervo, se holgó del hallazgo y lo mandó matar para el día siguiente.

La Hormiga y la Mosca

Descomunal disputa se inició  cierto día entre una Hormiga y una Mosca, que por casualidad se hallaron en paseo.

— «Cómo osas compararte conmigo, miserable! (gritaba la Mosca a la Hormiga). Yo me embriago con el perfume del incienso en las bóvedas sagradas; huello con mi planta los altares y los tronos; descanso en la corona de los reyes, y beso el labio de las matronas mas honestas. Gozo de todo, en fin, sin trabajar nunca: ¿puedes tú decir lo mismo que yo?»

La Hormiga tímidamente contestó:

fábulas de esopo 2

— «Sin duda alguna que es loable asistir a los templos; pero ¿acaso te invitan a esas ceremonias a que asistes? Yo lo que veo es que no te echan de allí porque no pueden. Me hablas de reyes y de matronas: yo lo que veo es que se desesperan de tenerte encima. Me dices que huellas altares y tronos: yo lo que veo con frecuencia es que andas entre inmundicias y animales muertos . Verdad es que no trabajas; pero ¿qué te sucede cuando llega el frió? Me insultas en el verano mientras yo, codiciosa, acarreo mi trigo; pero recuerda que en el invierno, cuando tú te secas y te mueres, yo me solazo sana y libre en medio de una dichosa abundancia. Tú eres el parásito: yo soy el trabajador.»

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