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La Verdad sobre la Revolución Marcista del 1845 en Ecuador

Actualizado el 6 marzo, 2024 14:03:51

Entre los numerosos eventos que aprendimos durante nuestra etapa escolar, uno que resuena fuertemente en mi memoria es el 6 de marzo de 1845, conocido como la Revolución Marcista en Ecuador.

No obstante, ¿qué hace que esta fecha sea tan significativa en el calendario de nuestra historia?

¿Qué eventos marcaron esta revolución y la han posicionado como un hecho memorable en la historia ecuatoriana?

¿Cuál es la historia real detrás de la Revolución Marcista de 1845 en Ecuador?

En las próximas líneas, y a lo largo de varios artículos venideros, exploraremos exhaustivamente todos los aspectos de esta revolución, que no se limita únicamente al 6 de marzo de 1845, sino que se extiende hasta el 17 de junio del mismo año.

Esta es la primera verdad que debemos considerar: la Revolución Marcista no se circunscribió al 6 de marzo de 1845; este día marcó su inicio.

INDICE

Antecedentes al 6 de marzo de 1845

En primer lugar, es importante contextualizarnos en el ambiente y las condiciones de vida en el Ecuador durante ese año.

Como nación, estábamos siendo gobernados por el General Juan José Flores, quien se encontraba en su segundo mandato como presidente de la república.

Apenas habían transcurrido 15 años desde el 13 de mayo de 1830, fecha en la que nació la República del Ecuador, surgida como el Departamento del Sur de la extinta Gran Colombia, concebida por el Libertador Simón Bolívar.

El General Flores fue elegido para gobernar el país durante 4 años, de acuerdo con la Constitución de 1830, la cual establecía, entre otras disposiciones, que el presidente de la república debía cumplir un mandato de 4 años y no podía ser reelegido hasta que hubieran transcurrido al menos dos periodos presidenciales más.

En consecuencia, una vez finalizado su periodo presidencial en 1834, Flores no podría participar en elecciones nuevamente hasta el año 1842.

Desde una perspectiva administrativa, la presidencia de Flores fue caótica, ya que concebía al Departamento del Sur como un botín de guerra personal, manteniéndolo bajo su control como si fuera una posesión propia.

revolución marcista
Escudo del Ecuador desde 1830 al 1835

Esta situación generó numerosas rebeliones por parte de los nativos del territorio, quienes no estaban satisfechos con ser gobernados por alguien que no era de origen ecuatoriano.

El mandato de Flores no llegó a su término, ya que al final de su periodo presidencial tuvo que enfrentar dos revueltas: una liderada por Vicente Rocafuerte y otra encabezada por José Félix Valdivieso.

Aunque logró encarcelar a Rocafuerte, Flores se vio en la necesidad de hacer un pacto con él para evitar ser derrotado por Valdivieso.

Como resultado de este acuerdo, Rocafuerte asumió el cargo de Jefe Supremo o Presidente de facto, encargado de liderar el país hasta que se convocaran elecciones para elegir un nuevo presidente.

Vicente Rocafuerte

Una vez establecido en el poder como presidente de facto, Rocafuerte convoca a una Asamblea Constituyente con el objetivo de elegir al próximo presidente de la república y redactar una nueva constitución que ratifique claramente la separación de la Gran Colombia.

Hasta ese momento, a pesar de la separación en la práctica, seguía existiendo cierta ambigüedad, ya que el escudo nacional llevaba la leyenda “El Ecuador en Colombia”, lo cual insinuaba que aún formaba parte de la Gran Colombia en cierta medida.

Rocafuerte buscaba corregir esta situación para dejar en claro la independencia absoluta de Ecuador.

La nueva constitución promulga, entre otros aspectos, que el presidente de la república sea elegido para un periodo de 4 años y que no pueda ser reelegido hasta transcurrido al menos un periodo completo después de haber cumplido su mandato presidencial.

Además, se establece como requisito fundamental para ocupar la presidencia ser ecuatoriano de nacimiento.

Esta disposición aseguraba que solo aquellos ciudadanos nativos pudieran acceder a la máxima posición del gobierno, fortaleciendo así la identidad y el compromiso con el país en la figura presidencial.

Escudo de armas del ecuador 1835
Escudo de Armas del Ecuador desde 1835 hasta 1843.

Flores de nuevo al poder

revolución marcista
Escudo del Ecuador desde 1843 hasta el fin de la revolución Marcista en Junio de 1845

Apegado a la constitución vigente en ese entonces, Vicente Rocafuerte convoca a elecciones en el año 1839, donde participa Juan José Flores y resulta victorioso, siendo nombrado como tercer presidente del Ecuador desde 1830, para el periodo que abarca desde 1839 hasta 1843.

Durante su mandato, la ciudad de Guayaquil se ve golpeada por una epidemia de fiebre amarilla.

A medida que su periodo constitucional llegaba a su fin, Flores decide aferrarse al poder y convoca a una nueva asamblea constituyente el 21 de octubre de 1842, que se reúne el 15 de enero de 1843.

Sin embargo, esta elección genera controversia debido a que la nueva Asamblea Constituyente se conforma mayoritariamente por seguidores de Flores y funcionarios de su gobierno, con una representación mínima de los opositores liberales.

Esto garantiza su reelección y extiende su periodo presidencial a 8 años, lo cual lleva a los opositores de Flores a llamarla la “Carta de la Esclavitud”.

Se incuba la revolución

La promulgación de la Constitución de 1843 fue ampliamente rechazada por la ciudadanía, que la consideraba un intento de Juan José Flores por aferrarse al poder de manera indefinida.

Este descontento se manifestó en diversos movimientos y enfrentamientos de menor escala en contra de las decisiones del gobierno.

La represión por parte del gobierno ya había cobrado vidas en su intento por mantener la estabilidad.

Ante esta situación, Vicente Rocafuerte, quien había ocupado el cargo de Gobernador de Guayaquil, decidió renunciar y exiliarse en Lima, Perú.

Desde allí, Rocafuerte escribió ensayos críticos hacia el gobierno de Flores, lo cual contribuyó significativamente al levantamiento popular en su contra.

En este contexto, emerge nuevamente la figura del prócer de la independencia de Guayaquil, el doctor José Joaquín de Olmedo, quien desde un principio había cuestionado la gestión de Flores.

A él se sumaron guayaquileños destacados como Vicente Ramón Roca y Diego Noboa, respaldados por los comerciantes de la costa.

La Constitución de 1843 se mantuvo en vigor durante dos años, hasta principios de 1845, cuando en la ciudad de Guayaquil surgieron movimientos que marcarían un cambio político en la nación, poniendo fin a ese período de la historia.

Inicia la Revolución Marcista

Las posturas firmes de Olmedo, Roca, Noboa y los escritos incisivos de Rocafuerte desde su exilio en Perú despertaron en el pueblo ecuatoriano un sentido renovado de conciencia y patriotismo.

El fervor patriótico que se vivió en los días gloriosos de la Revolución de Guayaquil del 9 de octubre de 1820, que marcó el inicio de la independencia del Ecuador y se selló en la victoria de Pichincha el 24 de mayo de 1822, volvió a palpitar en el corazón de la nación.

Durante semanas, se llevaron a cabo acuerdos secretos y estratégicos, bajo el liderazgo destacado de Antonio Elizalde.

Estas negociaciones buscaban sentar las bases para un cambio político significativo y poner fin al gobierno de Juan José Flores, quien se había aferrado al poder de manera ilegítima.

Los líderes y estrategas de este movimiento se unieron en un objetivo común: restaurar la democracia y preservar los principios fundamentales de la nación.

Estos momentos de agitación y planificación marcaban el comienzo de una nueva etapa en la historia ecuatoriana, en la cual el pueblo se alzaría en busca de una verdadera representación y justicia.

Las semillas de la Revolución Marcista del 1845 estaban siendo sembradas, en un intento por recuperar los ideales de independencia y libertad que habían sido mancillados por la ambición de unos pocos.

6 de marzo de 1845

En la madrugada del 6 de marzo de 1845, el coronel Fernando Ayarza y el general Elizalde lideraron una valiente expedición hacia el cuartel de artillería de Guayaquil, con el objetivo decidido de tomar control de las instalaciones.

No estaban solos en esta arriesgada empresa, ya que contaban con el apoyo de otros militares comprometidos con la causa y numerosos civiles que anhelaban el fin del floreanismo y sus prácticas autoritarias.

Unidos por sus ideales compartidos, estos valientes hombres se adentraron en la oscuridad de la noche, guiados por el espíritu de la libertad y el deseo de restaurar la democracia en el Ecuador.

Su determinación y coraje eran palpables, y sabían que estaban desafiando a un régimen opresor para abrir las puertas hacia un futuro más justo y equitativo.

Aquella histórica madrugada marcó el inicio de un levantamiento trascendental, donde las voces del pueblo se alzaron en busca de la anhelada transformación política.

La meticulosa planificación dio sus frutos cuando el guardia del cuartel, previamente acordado, facilitó la entrada sin contratiempos.

A pesar de contar con escasa presencia de soldados leales a Flores, su resistencia fue rápidamente superada por la determinación de los revolucionarios.

El pueblo se une a la lucha

El bullicio de la revuelta atrajo a jóvenes destacados y a la gente del pueblo, quienes, conscientes de la noble causa que se defendía, se unieron a la lucha y solicitaron armas para sumarse al movimiento.

En poco tiempo, el fervor revolucionario se propagó con fuerza, desencadenando un encarnizado enfrentamiento entre los marcistas y los partidarios del gobierno.

Durante aproximadamente una hora, ambos bandos se enzarzaron en una feroz batalla que culminó con una rotunda victoria de los insurrectos marcistas.

Tras esta primera victoria, los revolucionarios sellaron su compromiso mediante un acta en la que proclamaron, entre otros aspectos, el desconocimiento de la autoridad del presidente Juan José Flores.

De igual modo, declararon nulas todas las acciones, leyes y decretos emitidos por el Gobierno de Quito (encabezado por Flores) después de que finalizara su segundo mandato presidencial.

El gobernador de Guayaquil renunció ante la junta revolucionaria y, al mismo tiempo, se estableció un gobierno provisional liderado por destacadas figuras como Vicente Ramón Roca, representante de Guayaquil; José Joaquín de Olmedo, representante de Quito; y Diego Noboa, representante de Azuay.

Estas prominentes personalidades, unidas en su propósito de conducir al país hacia un nuevo amanecer, se erigieron como la esperanza de un Ecuador libre y democrático.

Sin embargo, esto era solo el comienzo.

Aunque el cuartel de Guayaquil había sido tomado, Flores aún se aferraba al poder.

Con la noticia de la rebelión marcista llegando a sus oídos, seguramente actuaría como el hábil general acostumbrado a las batallas, dispuesto a reprimir cualquier amenaza que pudiera socavar su dominio hasta ese momento consolidado.

Reflexiones

La explosión inicial de la Revolución Marcista, que se prolongaría durante varios meses en nuestra tierra, nos enseña una valiosa lección histórica: cuando alguien en el poder intenta aferrarse de manera inconstitucional a su puesto, es deber del pueblo alzarse y protestar.

Flores violó flagrantemente la Constitución del Ecuador, que estipulaba claramente que debía entregar el mando al finalizar su período presidencial.

No solo desafió esta disposición al presentarse nuevamente como candidato, sino que manipuló la situación convocando a un congreso afín a sus intereses y modificando la duración del período presidencial para prolongar su dominio.

¿Suena familiar? La historia parece repetirse una y otra vez.

Hasta el próximo 17 de junio, seguiremos compartiendo más información sobre el desarrollo de la Revolución del 6 de marzo de 1845.

A través de testimonios y relatos de aquellos que vivieron esos tiempos turbulentos, descubriremos la verdadera historia de la Revolución Marcista en Ecuador.

Si deseas compartir tus comentarios u opiniones, la comunidad estará agradecida por tu participación.

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